viernes, 3 de febrero de 2012

64. CÉLEBRE HEREJÍA DE UNA MARIONETA AZUL de A. Percie

64. CÉLEBRE HEREJÍA DE UNA MARIONETA AZUL

Yo era en el montón de marionetas del circo
una más manejada por los hilos aquellos.
Yo iba del armario a la función de las cinco
repitiendo un discurso diseñado por ellos.

Y cuando digo ellos no me importan sus nombres,
los dueños van cambiando de nombres en el tiempo:
mas son las mismas manos y son los mismos hombres
los que ajustan los hilos y dan los movimientos.

En la noche, guardado, me moría de miedo,
sepultado en la sombra, condenado a ese estante,
escuchaba a los grillos que decían sus versos
cultivando el silencio con su grito bramante.

Y en el día volvía a los mismos ensayos:
por luces de escenario me cambiaban el sol,
y en lugar de la luna repartiendo sus rayos
me daban ese armario de estantes de cartón.

A veces me dolía la humedad en el cuerpo,
se opacaba mi brillo, y me enviaban a un baúl
donde al día siguiente limpiaban su vergüenza:
por tapar mis heridas me pintaban de azul.

Desde entonces pasaron no sé cuántos milenios,
no sé cuántas mentiras, no sé cuántas banderas,
no sé cuantas hogueras que llevaron los sueños,
no sé cuántas verdades tachadas por quimeras.

Sólo sé que una noche mientras todo dormía
contemplé lo infinito de mis manos abiertas,
extendí cada dedo, separé cada hilo,
los corté con la astilla de mis lágrimas muertas.

Esa noche mis manos se llenaron de sangre,
y mis piernas de viento, y mis labios de grito,
y fui niño, o fui hombre con los ojos en alto,
y escapé para siempre de ese armario maldito.

Esa noche me fui por las calles de cien barrios
y brindé con los hombres de cien bares inmundos,
y me fui con los grillos de cien ríos, y campos
por fundirme en abrazos con los libres del mundo.

Y fui libre. No tuve más hilos ni discursos,
sólo versos cantados por el día en la flor,
sólo soles y lunas y blandos firmamentos
y enterré con mis manos a los muertos de amor.

Nada tengo y soy nada. Me condena la ley.
Pero voy por los mares detrás de las sirenas.
Y me río de aquellos que se inclinan a un rey,
porque soy como un ave que acaricia y que vuela.

Y me río de aquellos que repiten discursos
y que esperan al hada madrina que los salve,
porque yo con mis manos más pequeñas que el trigo
fui más libre que el viento sin rumbo de los mares.

Seudónimo: A. Percie

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